"...quiero hacerte el amor en la mañanas de santiago
pintar con tu acuarela mis ocasos
quiero hacerte el amor en la mañanas de santiago
amanecerme zamba entre tus brazos ..." el Raly.
Lo sentí moverse al lado mío. Lo sentí sufrir porque debía sacar sacar su brazo que estaba aplastado por mi cuello, y no quería despertarme. Lo sentí cuando me besó muy suave, casi con miedo, con culpa. Lo sentí alejarse. Lo sentí volver. Lo sentí mirarme. Sentí como su mirada me abrazaba desde unos metros. Lo sentí amarme. Lo sentí abrir la ventana, y sentí más luz y calor entrar a la habitación esa mañana. Lo sentí sentarse a trabajar. Lo sentí moviendo los dedos sobre el teclado de su computadora, sentí sus "clicks". Lo sentí sorbiendo su té de jengibre, sentí sus labios succionando, sentí el vapor salir de la taza, sentí la fuerza de la raíz energética. Y lo sentí amando todo el tiempo. Lo sentí adentro, lo sentí amar. Sentí que lo amaba entonces abrí los ojos al fin. Me miró a lo lejos, mientras me desperezaba. Le sonreí, y le hice algunos pucheros. Me froté los ojos y lo sentí cerca. Lo sentí besarme la frente. Lo miré, lo besé. Me sonrió, me dijo "Buen día hermochita, te amo" con la misma sonrisa en los ojos con la que me enamoró, me encandiló y me hizo de cristal. Le sonreí y le contesté "aha". Volvió a sonreír, volvió a besarme, y volvió a su trabajo.
Tomé valor y salté de la cama. Me tiré en el piso. Me hice bolita, estiré los brazos varias veces. Flexioné y enderecé mi columna. Lo sentí mirarme. Lo sentí con esa cara de alerta, cuando busca algo. ¿Qué pasa? me dijo. No pasa nada amor, me estoy estirando, le dije. Y es que cuando se ama con fervor, después del ejercicio nocturno, por inercia, los cuerpos se juntan, se pegan, como si hasta las mentes quisieran estar juntas para soñar el mismo sueño... y a la mañana siguiente, aunque el cielo sonría con su mejor sol y cielo despejado, aunque el mundo entregue su mejor mañana, aunque el corazón brinque de alegría... los huesos reniegan.