*llenar de amor mi sangre y si reviento
que se esparza en el viento el amor
que llevo dentro.
esa es mi revolucion*
CPDP
Cuando yo me vaya, me llevaré eso: un frasquito con un poco de Zapala. Con lo mas representativo.
Esa respuesta, a la curiosidad de los cariños lejanos que no conocen ni siquiera, la ubicación en un mapa.
Porque venimos de muy lejos. Arrancados de la humedad del conurbano, millones de pasos hasta llegar a un nuevo hogar. Y plantarse, de nuevo. A echar raíces, a germinar, a que salgan los brotes a pesar de la aridez. A regar nuevos lazos. A crecer, y fortalecer la corteza.
Porque al vencer los miedos, al animarse al remover un poco la tierra para marcar otro sitio, la luz crece. Estar erguida, a pesar de la fuerza de la naturaleza que amenaza. La savia que pasa por el corazón, se alimenta de la fotosíntesis de las nuevas iluminarias.
En zona desfavorable encontrar el amor; de las ramas que se alzan en abrazos al cielo para mezclarse las distintas especies y crecer enredadas.
En eso se convierte lo que contiene el frasco, aunque sea invisible: hogar.
Lo que no está en la capital, las lavandas en la puerta de tu casa, los cerezos alegran las calles, las chacras, el camino de tierra y los amaneceres más hermosos con el Michacheo de fondo, camino hacia la Esperanza Nueva, el cielo es rosa. El polvo siempre, a pesar de todos los esfuerzos de los chorizos que se sienten inútiles en las puertas de entrada.
Lamento desilusionar, si el recuerdo no es lo que esperaba. Nunca sera parecido a la realidad.
Y no es que aquí no haya nada. Aquí hay eso que contiene el frasco, aunque parezca vacio.
Viento.
Eso es lo que guarda el frasco. Viento Zapalino, del fuerte, del que sopla.
Viento para recordar, donde hay refugio, donde residente, donde resistente.
Viento que empuja, viento que anima, a buscar nuevos caminos.
A volar alto, cuando se vencen los miedos. Cuando no te aferras a ninguna materia.