sábado, junio 03, 2006

Malvina, Soledad y Almas Heroicas.


Así como la espesa niebla antártica nos impide una clara visión, del mismo modo actúa el olvido.
Más de veinticuatro años, una guerra deja graves secuelas.
Este año por primera vez, se declaró feriado nacional el 2 de abril. Como todo feriado, en las compañías turísticas, los teléfonos no cesaron de sonar, y al poco tiempo las vacantes limitadas desaparecieron.
No sé si el presidente tomó una buena decisión, solo diré que soy de la opinión de los que dicen que sin feriado, los hechos se recuerdan mejor.
En esta sociedad autómata, sistematizada, es difícil que alguien se ponga a reflexionar sobre lo sucedido hace años en aquella misma fecha.
Cuando llega algún esperado feriado, surge la diversidad de opinión.
Están los que semanas atrás sacaron el pasaje para la costa y esperan con ansias aquel día.
Están los conservadores que refutan la actitud anterior.
Están los habladores y envidiosos que objetan con que ese día conmemorable es para pensar, reflexionar y NO OLVIDAR. Los que se oponen más fuertemente con la primera idea.
Están los que cansados de la rutina, que luego del trabajo, de tanto esfuerzo, aprovechan el día libre para descansar.
Están los que se comprometen y le dedican una fracción de hora para recordar lo ocurrido. Ese hecho tan importante que logró un día inhábil para su nación.
Por último están los que pertenecen a las combinaciones de algunas de estas ideas. O de otras que no escribí.
Pero al pasar el tiempo, la niebla fría que aparece sigilosamente casi sin darnos cuenta, las personas olvidamos la verdadera validez de aquel día y en lo único que pensamos es en el “feriado” como día no laborable.
Pero el 2 de abril, es un día importante. Es el día en que las fuerzas argentinas recuperan el control de las islas. De esas tierras insulares que nos habían usurpado.
La celeste y blanca orgullosa de sus hijos, se mostraba imponente en cada rincón.
Pero de la noche a la mañana esa visión despareció. Aviones, bombardeos, caídas, sangre, muerte, frío, hambre… era la imagen que reinaba.
Como si fuese una antítesis, épocas así, son mejor olvidar. ¿Para qué recordar tanto sufrimiento? Sin embargo, es muy importante recordar. Compartir el dolor de toda la gente que no solo perdieron una porción de tierra, como muchos de nosotros. Aprender de lo pasado.
No es importante saber cómo moría la gente, tanto en la guerra como en la dictadura. Sino, comprender el error, aprender de ellos.
La guerra es el mismo infierno, quien va a la guerra, deja su alma allí. Es difícil comprender a un veterano. La mayoría está tan ajena a todo eso, que nos parece común la vida de ellos. Y sin embargo, no lo es. No lo es para nada.
Un veterano, no es una persona que fue a luchar a la guerra. La palabra veterano, no sé si etimológicamente, pero globalmente, abarca muchísimos conceptos.
Un veterano es una persona más que valiente. Que estuvo dispuesta a dar su vida por su patria. Sin siquiera saber qué es una guerra.
Es un héroe.
Un minuto de silencio para los caídos en Malvinas. Nunca me gustó esa frase, y no es solo el hecho de respetar almas que ya no están. Sino, la palabra caídos. ¿Caídos? Aquellas personas que dejaron sus vidas en esas islas, que están bajo la lápida de “Soldado reconocido ante los ojos de Dios” o que descansan bajo la tierra insular, no tienen nada decaídos. Más allá de haber participado en una guerra, esas personas significan el orgullo y dolor argentino.
La bandera argentina lloró gotas de sangre. El espléndido cielo celeste y su sol brillante, quedaron ocultos tras una mancha roja.
“Elevados” “Ascendidos” los llamaría yo. Porque pelearon por una causa que creían justa. Defendieron sus ideales y dejaron la vida por ellos. Como si fuera poco, para defender sus aspiraciones debieron partir a la guerra. ¿No merecen ser llamados “Elevados” en vez de caídos? Como ángeles que luego de perecer en la guerra se elevan al cielo y reciben la gloria. Por que sea la religión a la que pertenezcamos ¿Después de haber estado en la guerra, de veras creen que existe un infierno? Habría que preguntarle a Dante si presenció alguna.
“El proceso” llamamos a aquel lapso de tiempo, para algunos solo unos años, para otros, la vida entera.
El proceso de borrar, porque tantas cosas se ocultó, tantas cosas no se saben aún, tantas desapariciones se ejecutaron, que pocos saben la realidad. La verdadera, no la que aparece en los libros. No obstante, repito, y remarco la idea del antítesis, no habría que borrar ni el efecto, ni el fruto, ni la derivación del aquel inmundo proceso.
Cuando llega el 2 de abril nadie se acuerda de aquellos que con miedo, con tristeza o con orgullo dejaron sus hogares sabiendo que no iban a volver, o con esperanzas de volver alguna vez, dejaron sus almas allí.
La mayoría solo se centra en las Malvinas, la porción insular que nos corresponde. O se esmera maldiciendo a los ingleses, pero pocos recuerdan a las almas todavía con penas que sufrieron hace veinticuatro años atrás. Porque ¿Cuántas madres perdieron hijos, cuántos hijos, padres, cuántas esposas quedaron viudas?
Quizá me equivoco, no lo dudaría, soy humana, pero cuando escribo, transcribo mis sentimientos sin censurarlos, por eso casi siempre son personales, pues no deseo herir a nadie con mis palabras.
Empero desde mi posición, sostengo que muchas personas gratificaron mucho más al equipo de fútbol del 86 mucho más de lo que lo hicieron con los verdaderos valientes, soldados de Malvinas. ¡Como si una guerra se pudiese comparar con un partido de fútbol!
Las estadísticas afirman que el numero de los suicidios de los sobrevivientes de las guerras, superan al de los caídos (sigo rechazando esa mención) en las mismas.
Demasiado dolor, sufrimiento, pesar, angustia e intranquilidad deben tener, como para que la sociedad les agregue más dificultades para sobrevivir.
Sobrevivir es una manera vulgar de calificar al engaño a la muerte, pero ella es tan dañina que por donde quiera que pase, deja huellas. Huellas difíciles de borrar. Huellas que permanecen, bien marcadas hasta el final.
Una guerra debe ser difícil de explicar, ni dos tomos de libros enteros bastarían para describirla. Pero no debe ser muy estimulante, permanecer en un lugar donde tus compañeros hoy están, mañana ya no. Donde debes optar por matar o morir.
En esos lugares rondan por siempre las almas, los pedazos de almas extraídos, las alegrías robadas, las esperanzas esfumadas.
Por eso, Malvina y Soledad, como tantos otros argentinos, desaparecieron del mapa en la última dictadura militar.
Porque cuando las guerras se generan por algo material, como fueron aquellas tierras, luego éstas, nos sirven para nada. El espacio queda corrompido. Su valor es insignificativo, ante el de la vida de cada soldado, tanto inglés como argentino.
Porque cuando se juega con la vida de una persona y se la rebaja a la altura de una porción de tierra, como hicieron los militares con las almas perecidas, es mejor olvidar la tierra, retribuir a los soldados.
No soy nadie para decirle a alguien que debe hacer en un feriado. Pero sí les doy un consejo. En esos días donde el patriotismo debería estar bien alto, háganse un momento y escuchen a los que saben… porque una verdad, nadie se cansa de divulgar.
Hace poco tuve la oportunidad de participar en una charla que brindaron los honorísimos veteranos de guerra de Lomas. Comencé a tomar conciencia de lo poco que conocía.
Eran seres humanos, sin nada que envidiarles a los semidioses: capaces de atravesar el infierno y volver a la vida.
Con una valentía poco ordinaria y una fuerza envidiable.
Mis ideas se aclararon un más en mi mente, luego de escucharlos. Solo una cosa me perturba: aquel sonido grabado de uno de los bombardeos.
Si a 24 años, sentada en un teatro rodeada de compañeros se me eriza la piel, me agarran escalofríos e imágenes violentas se me aparecen en ilusiones, no quiero imaginar lo que sufrieron ellos y lo que siguen sufriendo. ¡Qué hombría deberán tener para tener que revivirlo cada vez que nos lo deben mostrar a nosotros los jóvenes!Para finalizar pido perdón públicamente por toda mi ignorancia.

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