miércoles, mayo 28, 2014

Muchos no comen perdices.

Pasas, fugaz, como una ráfaga en invierno, de frío helado.
Pasa a mi lado como una sombra de escalofríos.
Pasa tu recuerdo muy cerca, ya no caminando agarrando mi mano,
más bien como manchas, recuerdos que pasan, esquivan,
susurran, y se abren en la noche, que es siempre esa avenida.
Pasa la melancolía, mas bien cae, pesada y se estrellan en mi piel
como memorias en forma de lluvia.
Pasan tus pasos, y se alejan, como paso de página.
Pasas así extracorpóreo, como humo de sahumerio
dulce aroma que me provoca jaqueca.
Pasas, más bien, sales un día de paseo...
exhumado, distraído con las manos en los bolsillos,
sonriendo, perdido en reflexiones.
Es extraña la sensación que experimenta el corazón.
Como se engaña la razón con palabras vagas,
diciendo y sacando la ilusión derrotada, abandonada.
Porque sacando las palabras para afuera,
el cuerpo queda más liviano, levitando.
Lo que se dice se pierde, se van las palabras quebrantadas
los juramentos raídos se van cuando pasa el viento.
El peso disminuye adentro del corazón.
Parte de la pasión exquisita,
como por ejemplo un mono devora su banana
la felicidad consumida y las papilas voraces que se abren
se excitan, bailan fermentadas.
Así como uno acepta pedazos de otras almas,
al decir adiós, al despedirse...
con qué menudencia desaparecemos la quimera
con que ligereza tiramos al piso el pilotín
de la madalena de Proust, (aunque lo la tuviera)
con que impunidad, cortamos la mitad del amor
trituramos, rebajamos...
que poco valor tiene la palabra ex.
(Porque es una palabra común, ni siquiera es persona)
Hasta como con rencor se tira a la basura.
Así. Como si fuese ex-cremento.

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