lunes, agosto 28, 2017

La cuna.

Le pregunté quién estaba ahí adentro, quién golpeaba de ese modo. Con tanta violencia y atrevimiento. Qué manera irrespetuosa de venir al mundo, pensé.
Quería saber su nombre, no con la ternura que siempre me generan esos seres ansiosos por nacer. Por curiosidad; debía de ser un alguien con personalidad, con potencia y fortaleza.
“Mailén” Me dijo. Yo respondí “Qué hermoso nombre” Es que en realidad el primer bebé que amé con profundo desconcierto se llamó Maitena Ailén. Y Mailén era una fusión de su nombre. Inmediatamente pensé en ella, tan hermosa, ahora más grande. Tan inteligente y creativa. Y todavía recuerdo la primera vez que la tuve en mis brazos; Era una pelota de un poco mas de 4kilos, bien roja y edematizada. Así, arrugada, como si al pedo todos sus abuelos fuesen tintoreros.
Hicimos el parto con la Lili. Prácticamente cayó en mis manos.
A las horas, cuando la paso a ver, su abuela la acunaba y le decía cosas en otro idioma. Seguramente en mapuche. Un lenguaje extraño para mis oídos pero con tanta paz que hasta parecía un cántico. El amor de abuela hablándole, susurrándole cosas hermosas que yo no entendía, pero sabía por la conexión de sus miradas. Me quedé mirando la escena y solo podía sonreír. Tenía por supuesto, todo el interés y las ganas de preguntarle a la mujer qué significaba todo aquello. Pero consideré descortés mi vulgar español y miserable mi presencia ante tanta historia. Allí, en ese vínculo estaba el comienzo, la causa, la raíz, la fuente, la procedencia, el inicio, la cuna. La patria, que es el otro siempre.

    

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