Hay fuentes en el jardín de tus arterias.
O. Paz.
René viditai, querido René, admirado René:
A ti que estás latiendo allí en el centro, te saludo. Tenía ganas de vos en volumen minuto.
Te ví, el otro día, justo después de pasarte por el corazón.
Siempre hago el mismo recorrido, desde Plaza Consitución, cuando me subo al 12, elijo cualquier silla o recoveco (si puedo) del lado izquierdo del bondi. Siempre que soy consciente (es decir casi siempre) porque la verdad es que en San Juan y Entre Ríos, tengo mi esquina preferida. Por así decirlo, sigo una corazonada de que algún día veré la luz y sombra de ese hombre caminado por ahí, pero ese es otro tema.
El otro día que ardía el pavimento, el sol me hizo elegir una silla del lado derecho, así que viajé mirando la orilla derecha de Entre Ríos. Fue así que entre parada y parada justo el colectivo frenó, y me encontré con vos (las sagradas arrugas de tu rostro). Estabas muy pensativo, con tu bendita cara, quizás preocupado, quizás. Vos, en un gran retrato colgando en la entrada de la fundación que lleva tu nombre. Vos, tan grande, tan querido, tan único. Debo decir que verte ahí, me excitó y me alentó a seguir mi camino.
Ay René, mi dotorcito René. Cómo duele el olvido, si sabrá de las heridas supurando. Que tristeza haber oído su nombre, y que aparezca en todas las noticias el día que dejó de luchar por nuestro pueblo. Qué bronca tan grande que no esté. Es algo que nunca voy a perdonar a los radicales. Nunca. Basura ellos, y el pueblo bruto, ciego, sordo y mudo. Hasta causa gracia… esa gracia lamentable… Qué bronca su ausencia.
Ay René, si supieras... por esto te escribo. Y porque te extraño.
El otro día, un cliente, de mis preferidos. Un viejito, con olor a jazmines. Uno que se comió todas las primaveras, y le salen los yuyitos divertidos entre las arrugas. El novio de 83 años que vive enamorado de su esposa, vino con una noticia fea.
El otro día, un cliente, de mis preferidos. Un viejito, con olor a jazmines. Uno que se comió todas las primaveras, y le salen los yuyitos divertidos entre las arrugas. El novio de 83 años que vive enamorado de su esposa, vino con una noticia fea.
Va a salir, lo sé. Tiene que salir. Es de mis preferidos. Y además le calza justo a la alegría de mis hierbitas.
El hombre, se atiende en tu fundación, con una obra social misericordiosa (de miseria). Son dos en realidad, la de los jubilados y la de los estatales. Nada. Eso le queda de la jubilación. Nada para él, todo para los estudios. En estos días se iba al quirófano a vencer la palea (lo sé) y un reverendo hijoputa que curra en tu fundación, le pidió un “sobrecito extra”. A ese tipo no se le puede llamar de otra manera. Realmente no sé quién será pero merece ir a la cacerola. ¿Podés creer? A un jubilado seguirle mangueando. Qué caradura hijo de puta. Y lo más trágico, que el tipo labura ahí, en el mismo edificio en el que cuelga tu retrato y supongo, merodea tu espíritu. El tipo no entendió nada, me atrevo a decir que es una sanguijuela.
Así que te pido encarecidamente, ya que no soy cristiana y no me jode la venganza… si algún día lo ubicás entre los pasillos; le metas el sobrecito extra de enema de parte mía.
Meté mano, por favor dotor. Mano divina, después me cobrás el favor. Cuando lo vea de vuelta venir a comprar copitos de maiz azucarados, te devuelvo el favor. Lo prometo.
Gloria eterna maestro, lo admiro siempre,
La tutuquera.
La tutuquera.
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