martes, junio 26, 2007

symbelmyne

Todos los rosales tienen espinas. Por más hermosos y románticos que sean.
Engañan la vista, con la vieja y traicionera ilusión de la hermosura para hacernos caer en la realidad, de golpe, sintiendo un ligero dolor, quizá acompañado de un punto de sangre.
Suspiro y pienso ¿Cuántas ilusiones se nos vuelven adictivas? La mente humana, por debilidad, se deja persuadir por los sueños maravillosos de la imaginación. ¡Cuánto poder tienen los sueños sobre las personas! Lo suficiente como para dejar lo imposible y convertirlo en milagro. O lo suficiente para cegarlos y envolverlos, incluso hasta el fin.
Te tapan la vista con una suave seda y así caminas, casi vuelas, en tu mundo perfecto, escuchando tus melodías, siendo lo que aspiras, rodeado de lo que quieres… en tu lugar.
Cuán increíble es todo esto para uno, y cuán doloroso para otro… Mientras disfrutamos de todo aquello que nosotros mismos creamos, sedados por la rosa de la ilusión, atrás está el que sufre. Sufre por nuestra indiferencia…
Eso hace tu ego. Te haces feliz en ese mundo ideal, pero solo tuyo.
Tú elijes… continuar planeando en nubes de algodón de azúcar, o bajar del cielo y sanar las heridas que has abierto.
Que difícil es, tan difícil, que muchos no llegan a plantearse la elección, la seda es demasiado suave y demasiado gruesa. A muchos otros, ni les conviene replantearse las ideas.
…El destino había querido que ella, llevara el veneno en su sabia, sólo ella.
Flor, hermosa y delicada, suaves y perfectos pétalos color rojo oscuro, lo comprendió.
Cargaba con una maldición, una mochila demasiado pesada para ella solita, sin embargo, lo comprendió. Decidió quitarse la venda.
Con cada nueva salida del sol, ella esperaba risueña a sus hermanas. Y pasaba la tarde danzando entre la brisa del este y el encanto de su perfume, aunque a veces se quebraba en el baile.
Por dentro, sus fuerzas se debilitaban. Detrás de su sonrisa, el alma se le partía, aunque eso no la detenía. Siempre estaba pendiente de las demás. De su veneno, para que no rebalsara y dañara a sus hermanas.
Poco a poco, la intensidad del negro predominó sobre lo rojo… y por primera vez, supo lo difícil que era sonreír.
Una mañana de junio, el viento este, condujo sus pétalos secos y sin vida hacia otro lugar… se posaron sobre la tierra y ahí se detuvo el viaje.
Un montículo de tierra, del otro lado, les impedía el paso. De pronto, el viento oeste hizo su aparición, haciéndolo caer sobre los pétalos. Ese fue su entierro.
El dios Eolo había acordado una cita para los dos vientos. El viento este seco y frió se chocó con el viento oeste cálido y húmedo, en un momento dulce como un beso. De su encuentro nació una fina lluviecita.
Meses más tarde, un marinero del “Faraón”, camino al muelle, encontró en éste mismo lugar, unas florcitas pequeñas, de centro amarillo y pétalos blancos, muy alegres.
Decidió coger un ramo para su novia.
Antes de subir al navío, le dedicó a ella unas palabras y le obsequió las florcitas.
La magia del amor alargó la despedida de dos segundos, en dos milenios. Eolo habló entonces. Le susurró al oído de la enamorada “Symbelmyne: No me olvides”, exactamente en el momento en el que el joven marinero se acercaba a la mejilla de la muchacha para besarla.


Entre No me olvides, me dejé nuestros abriles olvidados en el fondo de un placard.

1 comentario:

Anónimo dijo...

JULIIIIIIIIIII
NO LO PUEDO CREER!
PUEDO FIRMARRRRRRRRRR BOLUDA
PERO HAY COSAS MUCHO MAS INCREIBLES,!
PERO SON MUY IMPORTANTES, ASI QUE MAÑANA TE LLAMO, PORQUE YA ES MUY TARDE.
AAAYAYAY
NO LO VAS A PODER CREER
TE AMO HASTA EL CIELO (R)
UN BESO ENORME