lunes, agosto 25, 2014

Super héore.

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertold Brecht.


Se sintió el hombre más feliz del mundo. Podía volar, libre, por los cielos. 
Inesperadamente, todo eso se borró y en menos de un instante despertó otro lunes en su puta cama, solo. Se quedó sentado antes de ponerse de pie... y con un rápido giro, fue hasta el curto de su finada madre, sacó unos zapatos marrones del armario y con mucho esfuerzo se los puso. Terminaban en punta y tenían un medio taco. 
Siempre que él decidiese, podía ser lo que quisiese. 
Estar en los zapatos de otro, es como tener otros poderes pensó (Y su madre siempre fue su heroína favorita). Y ésta vez, volvía a sentirse libre, pero despierto. 
En la calle, la gente lo miraba de reojo y otros se reían sin discreción. Y ese orgullo aumentaba en su pecho. Oh, se creía invencible y tenía uno de los poderes más grandes de la historia. 
Caminó, sudando bajo su traje, impecable su corbata. El sol estaba glorioso. Los pies le dolían terriblemente, pero la sonrisa en el pecho parecía no notarlo. 
Así llegó a un parque... los niños lo señalaban y reían a carcajadas, reían con ganas. Un chiruso se levantó del suelo llorando porque la velocidad del tobogán lo había estrolado contra el piso y al verlo a él y a sus amiguitos comenzó a reir mientras se reabsorbía los mocos. La risa es contagiosa. 
Era felizmente poderoso. 
Un muchacha de lentes lloraba sin consuelo apoyada sobre un mástil. Este hombre se le acercó y le tendió su pañuelo. Ella levantó la vista de a poco, secándose las lágrimas con las manos, primero vio los zapatos de mujer elegantes, después el traje gris de señor, luego el pañuelo rojo y gris que le tendía y por último su sonrisa noble... que iluminaba como una estrella.
El le dijo "Todo eso que lloras... si cierras los ojos ¿el mundo sigue ahí?" Ella dejó de llorar y sonreía tímida."Cierra los ojos" le dice el con dulzura. "¿El mundo sigue ahí?" Ella asintió, el dolor seguía adentro y nada cambiaba. Y en a penas un segundo más tarde, la respuesta cambió. El mundo cambió cuando él apoyo sus labios sobre los de ella. Y también para él que tenía el poder más grande del mundo... tenía un amor verdadero y la capacidad para hacer brotar la risa. 

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