viernes, diciembre 15, 2017

Dos corazones y un solo latir.




De chica, cuando solía llevarle la contra a absolutamente todo lo que decía mi hermana para sentirme lo menos identificada con ella, pensaba que este chocolate era una cursilería estúpida. Recuerdo que pegaba estos poemitas y algunos de Neruda en el escritorio. 
Ahora, creo que es un invento maravilloso. No sólo porque el chocolate es realmente muy rico, sino porque sí es cursi... pero toda la idea, aunque sea puro marketing, es muy dulce. 
En aquellos tiempos en los que solía escribir mucho más, fantaseaba estúpidamente con meter un poema mía ahí adentro y conquistar a alguien. Pero mis poemas siempre fueron kilométricos... y de todos modos no me hizo falta. (El poema, y el chocolate soy yo ¿No Pipi?) 
Hace unos meses atrás... cuando empecé a hacer guardias y comencé a largarme sola conocí dos corazones. Ella consultaba por un dolor que no supe localizar... sospecho ahora que el dolor realmente no estaba donde ella me indicaba, y que incluso, aunque él callaba; su dolor era mucho más grande. Calculo que realmente esto es lo que sucede cuando un amor auténtico nace de dos corazones. 
Además de mis dudas académicas, lo que más me quedó suspendido en el cerebro fue esa unión. La alianza de oro entre ellos. La compañía, la promesa que habrán jurado a Dios. Los gestos de preocupación de él, mientras esperaba fuera cuando la revisaba ella. Las lagrimas de ella, y mi fe y energía en ese apretón de manos y abrazo en las que creí. Porque sus palabras de agradecimiento fueron tales, que realmente creí en la sanación y el poder de mis insignificantes miembros. 
A ella la vi solo una vez. A él lo volví a ver otro día que me atajó en la puerta, yo lo reconocí claro. Me pidió ver un resultado en un momento no adecuado. Por favor y debilidad se lo comuniqué, había salido bien. 
A los meses en los que yo empiezo con otra rotación, me cruzo al señor corazón otra vez, pero en el pasillo. Lo saludo al pasar, hasta que un día al verlo seguido, me detengo a conversar. Me habla como si yo estuviera al tanto de la situación... pareciera que la señora corazón está internada hace rato, que está sufriendo. Se le llenan los ojos de lágrimas, me dice que está llegando al fin, que lo deja en manos de dios. Que me agradece, que ella me decía "la japonesita". Yo la vi solo una vez en la vida. 
Le prometo que por la tarde la voy a pasar a visitar aunque me da miedo saber su estado, si se despertará, si me reconocerá. 
Salí decidida, es increíble como todos mis impulsos idiotas tienen tanta convicción. Pasé por un kiosko y compré un chocolate de estos. Me imaginé la escena, quería darles algo más. Quería que supieran que aunque eramos desconocidos, y nos habíamos visto solo una vez... ellos simbolizaban eso para mí. 
A la tarde pasé por el servicio, busqué y busqué. Ya no estaba, se había ido. Y yo, había llegado tarde. 
Me quedé con el mismo sabor amargo que se quedan los niños cuando no se cumplen sus ilusiones. 
El chocolate ahora espera en la heladera a que venga Pipi, para sacarme la amargura, y en honor hacer también de nuestro amor, una unidad más fuerte como la de ellos. 

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