jueves, abril 16, 2020

El verbo

Puedo leer, puedo escribir. Reconozco los verbos regulares de los irregulares en griego aunque sean pocos los que logro traducir. Esto es porque pasé muchas horas de mi vida conjugando verbos y me los olvidé porque a esta altura, la memoria reconoce solo los algoritmos que van a salvar... mi vida. 
Lo que duele como la mierda es el pretérito pluscuamperfecto. 
Es evidentemente fácil decirle a otro: Ese no te quiere, vos no le importas. 
Lo que es enrevesado es darse cuenta uno mismo. Porque por muchas vueltas y giros que demos en el camino, por mucho que se niegue, la verdad pide aparecer. 
Y darse cuenta que la realidad es lo contrario a lo que se desea: Es hacerse daño. 
Ahí radica la dificultad. 

Todo este palabrerío cantinflano que me desvela para decir que cuando un sentimiento, se convierte en letras, y cuando la voz puede expresar estos verbos; es porque el la acción ya pasó. El tiempo verbal va y viene como en una película y sin darnos cuenta se marea y se lo cita todo el tiempo en una sesión de terapia que abandonas por ansiedad. 
Porque somos el sujeto. 
Cuando yo creo un texto: primero siento, luego armo y por ultimo analizo (Y amo, oh, respiro, me elevo, por eso escribo). Y por último mis manos hacen el resto, los dedos reproducen y codifican, hacen y deshacen. Dos computadoras enfrentadas. 
La palabra alivia y sana. 
Y luego digo: "Me hubiera gustado escucharte la voz. 
Me hubiera hecho muy feliz" 
Pero como somos instantes y esto no sucedió: simplemente fue un no instante. 

El drama teatral y la trágica vida de la Julieta de Shakespeare. 

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