Miras el horizonte,
allí, en la morada del sol
donde la vista no llega
y la imágen se detiene antes.
Cuando decides que es allí
hacia donde quieres dirigirte sin detenerte...
y con paso seguro,
te adelantas unos centímetros inconcientemente.
El mundo no tiene más que gritar: Alalalái!
Que la tierra tiemble
porque está por nacer otro Alejandro Magno.
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