miércoles, julio 15, 2009

Sobre guerras.

Arrasaba, como una gran ola, pero mucho peor, porque estaba todo planificado. Era una estrategia.
Como la marea que va comiendo poco a poco parte de la costa. El mar éste, violento, arrancaba pedazos de tierra. Todo se llevaba. El dinero, las joyas, las donaciones, la caridad... la voluntad de las personas que desde su lugar luchaban por su tierra fuera del campo de batalla. Las cartas, el aliento, los miedos, los pensamientos libres... las aventuras cotidianas y las desventuras del infierno. La esperanza. Devoraba cada pedazo verde abriendo fuego. El futuro.
El valor de lo común, en tiempos de desesperación, es realmente un lujo.
Los que estudian en el oficio que jura defender la patria hasta la muerte, reúnen valientes.
Pero la ira también arrasa con las almas.
Entonces una simple luciérnaga en la noche es suficiente para encender la llama de la esperanza.
La van a buscar. Al campo, donde se curte la piel bajo el tirano sol, para alimentar a su familia, y para salir adelante con su país. Sobretodo por la primera. La segunda se había olvidado que existía.
De pronto en la quietud de la noche, mientras los grillos entonan y el mar choca contra las rocas, unos golpecito en la puerta, interrumpen el descanso.
El ejército lo llama a defendera su bandera.
Cierra los ojos unos segundos, mientras intenta respirar. Los abre y mira su campo vacío, pues todas sus cosechas fueron donadas para alimentar a los soldados. Piensa... es la única herencia para sus hijos. La nada misma. El volver a empezar.
Inventa rápido un gesto de falso orgullo y agradece la invitación.
La batalla lo espera... se respira el pesimismo. Él lo lleva en los pulmones. Cava la trinchera, donde se esconderá y protegerá. La trinchera donde muchos morirán. Cavan su propia tumba.
Cavan... la tumba de las luciérnagas.
Es el honor de proteger hasta el más minimo pedazo de tierra, por más que su suelo sea infértil o arcilloso. Basta con que sea su país y sobre su cielo flamee su bandera. Y a ella defenderla hasta las últimas consecuencias, gritando patria o muerte, de éste lado, o aceptar la derrota, con toda la valentía que ello implica, levantar los brazos y gritar banzai, del otro.

2 comentarios:

Melina Matumoto dijo...

Todavía no leí este texto pero paso a escribirte acá directamente porque no podía esperar. Me enamoré de "Mi presente, tu futuro regalo". Es simplemente genial, por un momento me sentí en plaza Houssay con el cielo azul grisáceo 15min antes de que amanezca, aunque nunca estuve allá por esas horas. Me encantó.
Siempre existió un abismo entre nuestras aptitudes en escritura, pero nunca me sentí tan lejos de vos en este sentido como ahora, y me hace feliz, porque sos tremendamente buena! Te admiro, amiga. Y ojalá si algún día abrís tus puertas para un taller literario, me avises que quiero ser la primera en la lista, pero de la de amigos, o sea, de los que no pagan, jaja.
Te adoro!

Melina Matumoto dijo...

En un momento me hizo pensar en El Eternauta. Es muy bueno, también Sobre guerrillas.
Aishiteru, tamago!
Ah, me olvidé de decirte que les subí algo en el blog.
Bisuuu