“…Al cabo de un tiempo, decidí hacer oídos sordos a ciertos comentarios que hablando de la utilidad, no servían para nada. Entonces simplemente, cuando me hablaras, con el tono peculiar, que te hace sentir superior, yo te vería sin mirar porque puedo perderme en mis pensamientos con facilidad, porque lo mejor que se hacer es soñar.
Y mientras pensaba en las angustias del mundo, en las mías y en las tuyas, resolví que no hay nada peor que el resentimiento. Que se traduce en las palabras más desalentadoras y pesimistas de la historia. Que reitero, aún no encuentro objeto alguno, a pesar de que es un pasatiempo casi instintivo mío… Porque quizá sí, de esa manera, se esparce, inconcientemente ese odio. O lo que más miedo le da, al ángel del lacio perfecto, quizá de esa manera, al ver el dolor en el otro, uno se sentiría más aliviado. Comprendido, acompañado, hasta mejor. No es feo, es comprensible. Es humano. Es sobretodo, triste…”
Fulanito, soltó la birome, y con la misma mano que antes la sostenía, se frotó la frente un rato.
“En la luna estará, o en el fondo del mar… la última pieza del rompecabezas que falta. Aquella que fastidia, e impide cerrar el círculo vicioso de la amargura.”
Intentó pensar un buen final, el alma tranquila que encontraría al fin la pieza única que terminaría de armar el cuerpo. Pero si para eso uno tendría que ir a la luna o al fondo del mar…
Para variar, concluyó que seguir pensando en eso, no servía para nada, entonces dedicó su tiempo en planear su futuro, aunque sea un ideal… Un ideal que un superior le diga que nunca se va a cumplir, pero por lo menos sabría hacia donde caminar por voluntad propia.
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