martes, julio 20, 2010

Impresentables.


Estaba suave el sol, el aire limpio y el cielo sin nubes. Hundida en la arena, humeaba la olla de barro. En el camino de la mar a la boca, los camarones pasaban por las manos de Zé Fernando, maestro de ceremonias, que los bañaba en agua bendita y sal y cebollas y ajo.
Había buen vino. Sentados en rueda, los amigos compartíamos el vino y los camarones y la mar que se abría, libre y luminosa, a nuestros pies.
Mientras ocurría, esa alegría estaba siendo ya recordada por la memoria y soñada por el sueño. Ella no iba a terminarse nunca, y nosotros tampoco, porque somos todos mortales hasta el primer beso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera, por poco que sepa.

E. Galeano, del libro de los abrazos, La fiesta.

Ustedes se merecen lo mejor. Todos los santos y demonios días. Y eso es lo que les deseo siempre. Quería dedicarles algo mejor, pero no estoy inspirada y forzarlo por un día chotto así, no acredita.
Los amo. Los veo otra noche, donde pueda incrementar mi felicidad viendolos doble. ;)

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