(Foto re choreada del blog de Mata. El día que la ví, a poco me mata la emoción, opio que lo reconocí al toque. Para esto la fui a buscar. Y tardé mil años. Odio buscar cosas en el blog de Mata -como un baúl viejo y sin fondo donde sé qué es lo que puedo encontrar y sé lo que busco. Pero al ras veo las fotos, leo sus cosas y me vuelvo loca otra vez. Ya me había olvidado lo bien que se siente mirar a través de sus ojos. Ea, casi que me vuelve la obsesión. Igual hasta que no encuentre el post del ángel no voy a dejar de pasar cada tanto. Yo creo que lo imaginé, o lo sacó. No puede ser que esté tantos años buscando eso. :p )
A mi tío Juan, que no era el mayor, sino el más grande.
El tren que va a Ezeiza tiene eso de fantasmagórico; sucede que uno se confunde las estaciones y se termina bajando en la equivocada. Visto con buenos ojos.
Dicen las malas lenguas que eso les pasa a los giles nomás. Y bueno, habrá que aceptar que está en los genes, porque le pasó a mi oba, a mi tía, a mis hermanos y a mí.
Resulta que una de las estaciones que más añoro es la de Monte Grande, y como digo, la distingo por el hongo gigante. Claro que nunca sé de qué lado está, si tampoco cual es la derecha ni la izquierda, así que antes de decidir un camino, miro los altos y lo busco. ((¿puede un hongo ser mi guía?))
Ese lado está guardado en enagramas de mi infancia. Además es el más lindo. No es el comercial, es el otro. Te recibe con una plaza ahora poblada de skaters, una calesita a la que iba hace como ufff varios años, y las hamacas y toboganes sobrevivientes. Un par de paradas del verde, el famoso amigo y cómodo verde.
Cruzás la calle y justo ahí está el vivero. El vivero que fue del ojí, después de tío, y ahora quedó en manos de la tía y del primo.
Un día me aparecí no me acuerdo para qué, y me quedé un rato charlando. En eso, llega un tipo que vendía macetas y vasijas de barro y de cerámicos. Todas artesanales, dijo. Y la verdad que a juzgar por las apariencias, uno no podría haber adivinado si mentía o si decía la verdad, porque las macetitas estaban ahí... simples, sin adornos ni ninguna cosa que les sobresalga.
El tio que ya tenía varias de esas y no vendía ninguna, le dijo que le bajara un par. Era así.
Después se quedaron charlando un tiempo. El tío sabía bocha de todas esas cosas, el otro parecía que también algo.
Cuando el tío le fue a pagar con algunos billetes de cien, el tipo los agarró y se quedó mirando un tiempo -no mucho- entre pena y bronca, al violácio Roca y la imagen de la campaña. Entonces dijo algo que no me voy a olvidar nunca. El mensaje era: ¿Viste vos? En los billetes de cien cuando robó tierras, mató a todos los hermanos y los esclavizó. Y San Martín y Belgrano -como 2 boludos le faltó decir- en los billetes de cinco y diez. ¿Después qué? En los de doscientos y quinientos van a poner a Menem y De la Rúa.
Algo tenía él que no tenían sus macetitas, algo que le sobresalía, y era el anhelo a tierra. El tipo olía a tierra y sentía la tierra como las plantas.
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