Para los mortales y la mayoría de las personas, cada día tenemos un momento Espartacus. Esto es, en algún instante sucede en mayor o menor intensidad que hay un hecho clave que requiere mayor huevo que el transcurso del resto del día.
Hoy fue bajar de tren. Estuvimos una hora en Constitución esperando que salga y cuando lo hizo iba hasta las bolas. Era imposible bajar y traspasar la puerta. En Banfield, los que bajábamos en Lomas empezamos a inquietarnos y nos unimos en hermandad, casi como en la final del mundial con un único objetivo: atravesar esa muralla humana y lograr ser escupidos en la estación. Entre todo el descontento social, los intolerantes que comienzan los pleitos, un grupito de células nos unimos con una meta... la libertad. Sisisisi, creéme que el vestuario no era así pero las caras eran esas.
Cuando al fin pude bajar, del lado opuesto una pobre señora con la campera toda desacomodada era ayudada a bajar. Y me causo gracia semejante situación penosa. Me imaginé como entraba una persona al tren en Plaza, y al llegar destino, baja otra distinta.
Eeeeee... a pesar de todo me gusta el Roca, yo sigo creyendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario