Zahir iba religiosamente todos los jueves a las 18.00 horas al psicólogo. Le gustaba llegar quince minutos antes, esperar en la puerta y controlar el reloj hasta la hora exacta cuando apretaba el timbre.
Cuando sabía qué era lo que lo angustiaba iba al psicólogo, y cuando no lo sabía también. El hecho era que vivía acompañado por la angustia.
De tanto ir y venir, y hablar, y volver y revolver el pasado en las terapias con la idea fija de llegar al punto de conflicto, llegaron justo a donde querían: La resistencia.
"Encontré el trauma" escribió en un papel, pero nunca lo comprendió. Había tirado a patadas el portón de la resistencia y finalmente había llegado al inconsciente. Ya no supo como salir.
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