martes, abril 28, 2020
Los únicos privilegiados son los niños.
Hay un cartel, en una plaza, creo que es de Gerli o Avellaneda... o por ahí, disculpen la ignorancia. Toda mi vida, cuando volvíamos de capital al conurbano, pasamos por ahi: en la esquina un semáforo, entre la estación de servicio y el boulevard. Siempre alguno vendiendo flores o pañuelitos. Esa esquina, sí, la reconoces. Donde cruzar es un quilombo y la calle no va recta sino que está medio chingaa. Bueno ahí nomás la plaza, hamacas, tobogán, pasamanos y el cartel peronista que delata los años pues no dice "Les uniques privilegiades sen les niñes".
Calculo que debe estar vacía. No lo sé... no sé cuando fue la última vez que pasé por ahí.
La mayoría de las plazas deben estar vacías hoy.
Sin embargo pensaba, ayer que vi una película que se titula "Este niño necesite aire fresco"... que los carajitos tienen esa facilidad, ese poder increíble de abstraerse, y crear mundos... o universos. Que les permite liberarse del aislamiento y el encierro. Les permite salirse, y desorientarse en tres esferas.
Me preguntaba en qué momento de la vida reducimos a nada este poder de jugar, de ser creadores, para dedicarnos a ser aburridamente adultos. Será que los escritores se niegan a crecer...
El teatro... oh, gran espacio para perderse y encontrarse. Y seguir jugando.
En qué momento el tiempo que invertimos en ser creadores todopoderosos se invierte para ser, esclavos del mismo.
Y mientras pensaba el privilegio increíble que tiene ellos, mientras lampazeaba mi casa de adulta aislada, vi pegado en mi heladera un dibujo magnífico. Es un regalo hermoso para mi muy valioso.
Un pacientito de New Hope, vino un día y mientras lo revisaba y le preguntaba qué le gustaba hacer, me dijo que: Dibujar. Me lo dijo con una sonrisa enorme, que brilló de orgullo cundo su madre agregó que se la pasaba dibujando y lo hacía muy bien, como un verdadero artista. (Gran gran gran poder también este el de las madres que quedará para otro día). Justo tenía una remera de Dragon Ball, y le pregunté cuál era su personaje favorito: Gohan. Le revelé que el mío era Trunks y antes de irse le dije con entusiasmo que quería ver alguno de sus dibujos.
Una semana después su hermanita vino al consultorio. Y él me esperaba satisfecho con el dibujo en la mano: mi regalo.
Ese día me sentí muy feliz. Era la segunda vez que lo veía en mi vida, pero me enseñó que un dibujo para un niño es tremendo obsequio. Porque deja en él no solo la intención, el cariños si lo hubiera... es una extensión de sus almitas, una parte de ellos. Y esto es lo más valioso de todo.
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