En esta época hay aplicaciones en los celulares, para buscar personas y hacer un match. Básicamente, gente que busca gente con distintos objetivos, puede ver fotos y una pequeña descripción de su persona y cuando uno toca la imagen salta un corazón que genera un aviso a ésta persona, y este enlace permite que puedan iniciar una conversación. Virtualmente, claro. Como si fuera poco, uno puede modificar el radio de distancia de estas personas a alcanzar, de manera que puede encontrarse vecinos, o gente que esté en ese momento a pocos metros.
Pero todo esto ya lo saben. Es divertido, no lo voy a negar. Es como un folleto de natura donde ves el producto para consumir, y vas pasando el dedo. Una sola vez, mis amigos me lo bajaron al celu, pero no funcionó. Pusieron mal las distancias, me terminó escribiendo un brasilero y me aburrió.
Todo esto es muy tecnológico, y estas cosas generan mucha ansiedad.
Mi último match fue bastante distinto. Ni mejor, ni peor. A mi manera, siempre.
¿Cuándo fue la última vez que escribiste una carta? Yo escribo todo el tiempo cartas. Mucho menos de las que me gustaría. A veces las escribo en mi mente y no las envío. A veces envío sólo algunos renglones para no ser tan carnaza.
Decía entonces. A él, lo conocía del trabajo. Así que no tuve que poner ningún kilómetro de distancia. En realidad, esa la poníamos nosotros. El decía que no éramos muy cercanos (puteada), yo no me daba cuenta pero me encendía cuando estábamos juntos.
Le conocía la cara, así que no necesité ver sus fotos. Sin embargo, me contó cosas de su vida. Y yo me imaginé esas fotos de su historia y las quise tocar, para que aparezca el corazón.
Cuando me di cuenta que me quemaba por dentro cada vez que lo veía, lo hice. Le matcheé el alma. Le escribí una carta, se la dejé sin que se de cuenta en el bolsillo de la mochila el día que se iba de licencia por unos días a descansar. No stalkeé su album de fotos para ponerle un me gusta; le dejé mi corazón en esas letras. Intenté expresarle lo que yo sentía, a ver si le quemaban los ojos cuando lo leyera.
Con convicción, como me la juego pocas veces, pero sin dudar. Cuando se trata del corazón no hay mucho que debatir, uno tiene que avanzar y salir triunfante o hacerse mierda y revivir. Cuando hay pasión, en lo que uno siente, en lo que uno hace hay que escribir cartas con fuego. Porque esas cartas son las que escribimos nosotros y no esperamos del destino. Y ahí jugarla toda.
Como al hacer una inversión o apostar. Animarse (me gusta mucho esta etimología) a cambiar de amor, de trabajo, de lugar, de respirar, de actuar. A dar el primer paso.
Estos pequeños pasos, que cuestan una bocha, que uno da temblando pero con convicción interna, es la antimuerte. La carta escrita con fuego, de la jugada maestra que va a marcar tu vida.
Qué difícil igual, matchearse uno mismo, todos los días. Hay que hacer el ejercicio y contruir la imagen que nosotros mismos queremos. Hay gente que matchea a otros sin matchearse nunca a sí mismo.
Hay gente que le pone un me gusta a las fotos de sus días, de sus relaciones, de sus rutinas... por costumbre. Esta es la antivida.
En fin, como no era una aplicación, la respuesta la tuve después de varias semanas. Me rechazaron ¿Lo pueden creer? ¡A mí, mi amor, que soy alta diosa! ¡Se me hacía el difícil! O sea, que no me matcheó, me rompió el corazón.
Pero yo siempre diva nunca indiva. Nada gente, le duró unas semanas. Chapamos en una fiesta (donde me tuneé para matchear todas las pintas de birra que hubiera) después de bailar cuarteto y nos tuvieron que despegar unos amigos porque colisionaron nuestras galaxias. Desde ese día, celebramos la vida que es una fiesta.
sábado, mayo 01, 2021
La antimuerte.
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1 comentario:
Viva el amor siempre! Ahora se dice matchear? Me quede en la prehistoria jajaja.
Hermosa historia de amor y mira que le apuesto mucho a este amor.
Despues de años sin leerte, lo volvi a hacer.
Te quiero amiga!
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