miércoles, abril 06, 2016

Día 17 al 21. Las ovejas.


Las ovejas en un pueblito al norte de Chosma. Pertenece al departamento de Minas. Tiene alrededor de mil doscientos habitantes. Se conocen todos. 
Estuve sólo una semana... y fue un sueño. 
Lucho, Bren y Dani fueron a buscarme a la terminal. Los tres parados con su sonrisa amable de bienvenida. Esa noche fuimos a comer pizzas a un bar que no recuerdo el nombre. 
En la foto, detrás de las ovejas (los muñecos) está el hospital. La puerta naranja es por donde entrábamos a las ocho de la mañana. Una caminata corta pero fresca (mucho mas fresca que en Chosma. Fresca de abrigo grueso, en Febrero) cruzando la plaza, serían unas tres cuadras. 
Era entrar al hospital y saludar a todos que tampoco eran tantos.  Después el pase temprano con los cinco médicos generalistas (Loly, Otero, Georgi, Fede y Marga), la psicóloga, la asistente social, la enfermera y el agente sanitario. Después de eso, empieza el día. 
El pueblo es chico, pero tiene paisaje cercanos... (es decir, que hay que manejarse en auto, moto o bici) que son una maravilla. 
A pata recorrí poco, porque siempre había alguna invitación cariñosa y cordial. Acostumbrada a dar una caminata diaria en Chosma, una tarde salí rumbo a al mirador del antiguo parador aéreo. Me crucé con las chicas del hospi, la cocinera y las enfermeras divinas que me invitaron a caminar con ellas, pero yo debía volver temprano a buscar la comida así que les dije que otro día me sumaba. Ese día hicieron como diecisiete kilómetros. 
Después de alejarme, hice algunos pasos más, y Dani, otra enfermera me pregunto dónde iba con ese calor, y que me alcanzaba con el auto. Le agradecí, pero le dije que quería caminar, así que después de insistir un poco, ante mi negación, se fue. Su sobrina que estaba en el auto le susurraba que me iba a perder. 
Camino, como siempre de ripio. Me crucé con algunos a caballo (y siempre el saludo al desconocido, por respeto y amabilidad... o por felicidad), con algunos huesos de chivo, y arriba, cuando llegué con Marga que se estaba yendo en su bici y con su perra amiga. 
Había como una construcción de cemento donde se subía por unas escaleritas para tener más altura. Miré con amor todo el pueblo. A la derecha estaba el Domuyo, viejo nomás. 
Me acosté, me puse los auriculares y estuve un buen tiempo mirando el cielo inmenso, celeste puro, escuchando música alguna banda novata de la zona. 


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