Almacén naturista. Olor particular a hierbas y sahumerios.
La vendedora los ve entrar y empieza a ordenar el mostrador. Ellos entran hablando, mirando los estantes y los paquetes, y las legumbres y todo. Ella, morocha, de pelo corto, parece que es quien dirige la batuta. El, bajo un Montgomery azul, el bigote tupido y los gruesos antejos, esconde el misterio que la descoloca un poco… bastante.
-Hola buen día- dice la vendedora con su mejor sonrisa. Es una filosofía que arrastra desde la adolescencia, esa de la sonrisa… no es una estrategia.
-Hola buen día- dice ella- Quería pregunta por la cola de quirquincho… ¿qué es? ¿para qué sirve?
-Sí, ya te muestro- dice la empleada mientras busca en el estante el frasquito equivocado- viene líquido con miel… pero no sé si quedó porque no lo veo- miente. No por maldad, por ignorancia. Siempre le pasa, quiere vender el producto equivocado- Creo que sirve para las vías respiratorias, para el pulmón, los bronquios- Inventa, por lo de la miel.
-Ah, ¿y…? ¿así solo viene? ¿No viene en hierba… o en pastillas…?
Mientras pregunta, la joven vendedora se va a consultar con su compañero sobre la cola de quirquincho.
-Ah, así queda nomás, en tintura- dice al regresar encontrando lo pedido y descubriendo su equivocación.
-Ah, en gotitas… con miel…
-No, este es sin miel… me confundí yo. El que viene con miel es cola de carpincho.
-Ah… carpincho… y este es quirquincho… ¿y yo que pedí al principio?- le pegunta al chico ya desorientada.
-No sé, terminaba en “… incho”- dice él y la vendedora descubre que el chico tiene una voz muy dulce y llena de paz, y que tiene muchos menos años de los que se escondían tras el abrigo. Le sonríe.
-Sí son parecidos, yo me confundí.
-¿Y este de quirquincho para qué sirve?- insiste ella- porque me mandaron a preguntar.
La vendedora busca un sinónimo más agradable al que leyó en las indicaciones, porque es su deber decirlo en voz alta y contestar la pregunta. Entonces, inventa rápido un camino alternativo a “impotencia sexual”- Es un energizante sexual- Se escucha decir triunfante, aunque empieza a transpirar.
Un momento de silencio, menos de una milésima de segundo… los tres se miran hasta que ella saca de la manga la frase que los deja más cómodos a todos.
-Ah, con razón me lo habrá pedido Rafael.
La vendedora no puede evitar la risa.
La de pelo corto escribe un mensaje de texto, mientras el chico pide almohaditas rellenas de frutilla.
La empleada las embolsa con ternura y le cobra los seis pesos- Gracias, hasta luego.
-Gracias… y disculpá la preguntas de mi hermana…- dice él. La de pelo corto sigue con el celular.
Ellos se van y la vendedora se queda soñando entre la avena y el centeno.
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