“Afuera es noche y llueve tanto…” canturrea ella, pegada a los postigos blancos de su ventana que dejan pasar algunos rayos de sol. Se da vuelta, y él aparece. Se acuestan y se abrazan. Ella vuela, se pierde y la atrapan. Se ahoga entre su piel y las sabanas. “El aire está distinto” piensa ella en voz alta. Él se ríe y contesta que es la humedad, y que es ella, y que está en su mundo… entonces las palabras dejan de tener sentido, y la besa. Que le digan jotita la vuelve loca, piensa ella en voz en off. “No, no. Mirá para afuera, llueve para abajo” contesta ella y sabe que nadie va a mirar para afuera. Pero se equivoca, porque mientras piensa en el cielo rosado, la llovizna revelada bajo los faroles, y su adicción por la citroneta, él se pone de pie y mira por la ventana. A contraluz, entre las sombras ella le abraza la silueta de su espalda con los ojos y vuelve a respirar, el aire de bolero “El mismo amor, la misma lluvia…”
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