Vicky:
Aunque no lo creas, siento una angustia enorme en el pecho que no me deja respirar, y aunque me quiera hacer el hombre, y me salga mal, hago un esfuerzo terrible con los ojos por no llorar. Pero claro, las lágrimas nada tienen que ver con los ojos. O mejor, los ojos nada tienen que ver con lágrimas.
Me estoy volviendo oscuro, azul… no mejor violeta viejo. Y yo sé bien por qué. Me estoy enfermando, me voy apagando.
Siento que muero porque sé que la parte mía que tenías en vos, la dejaste de querer.
Ya sé que no fue a propósito bebé, sos tan inocente que no te das cuenta de las cosas.
Y sé que me amaste alguna vez, y luchamos juntos por lo nuestro. ¿Pensaste que me iba a olvidar? Yo no. ¿Cuántas horas pasábamos acostados decidiéndonos? No es que vos fueses más débil… yo no quería que sufrieras, por eso, luché siempre. Incluso contra vos.
Ahora, mi lucha terminó Victor.
¿Por qué voy a pelear? Ayer, discutí con tu parte hetero y me di cuenta que tenía razón cuando le sonreíste a Anita, como nunca antes a ninguna. Sentí una mano enorme y helada en mi espalda dándome un empujón.
Es hora de hacerme a un lado y despedirme.
No te preocupes… yo tampoco me di cuenta de cómo ni cuándo sucedió. Las cosas simplemente suceden. Creo que fue cuando nuestra sensación de libertad comenzó a comercializarse. Sí… lo sé… sabía que iba a pasar. ¿Pero qué podía hacer? ¿No es así el mundo? Demagogia al palo precisamente. Al principio nos causaba gracia “¿Te parece sacar un libro?”. Ahora me aburrió.
No es rencor gordo, no te confundas. Me duele dejarte, pero siempre acepté que eso podía llegar a pasar.
Yo estoy bien, tengo un hermoso viaje hasta Venus, donde nos permiten escuchar a Lady Gaga y Madonna las 24hs.
Si algún día te acordás de mí y te agarra la nostalgia, me podés escribir. Por vos siempre puedo volver.
Por siempre tuyo,
Tu parte gay.
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