miércoles, enero 18, 2012

La diferencia no está en los ojos, sino en el mirar; diario de una esquizofrénica.

-Che, ¿Y vos de donde sos? 
-De lomas- orgullo ahí sí. 
-No, pero digo, de donde venís. 
Uff paciencia,1,2,3 - De Lomas, vengo en el Roca. 
-No, pero quiero decir... ¿dónde naciste? 
-En la clínica de Lanús en el 89, provincia de Buenos Aires, Argentina.
 ¿Algo más? La partera se llamaba María Rosa Leal. 
-¡Ah! Sos argentina entonces. 
-¿Pero vos sos boludo o sos de racing? 


Hace unos años, fui arrastrada a una charla bastante aburrida donde leyeron un texto, creo que era de un psicóloga que escribió sobre la identidad Nikkei. Digo aburrida, porque fue muy poco dinámica. Lo que decía la profesional estaba interesante. Pero todos los oyentes opinaban igual… y los viejos issei creo que no entendieron mucho… o no escucharon. Ah no, jaja, ¡me acordé! Muchos se quedaron dormidos. La marea alcalina; modorra después de comer. Mi ojí estaba por ahí delante de mí. Yo no dije nada para no darle un disgusto.
Mamá dice que muchos nikkeis tienen problemas de identidad.
A mí la palabra Nikkei, me da claustrofobia. Es como la habitación del pánico; tomaré Alplax si lo necesitase, pero ese término tan cuadrado, herméticamente sellado con el que muchos se identifican, me causa ahogo.
Mamá dice que tengo problemas. Yo le saco lo de Nikkei y lo de identidad.
Le agrego el trauma que me generan las palabras ((encasilladas)) y mi pensamiento corto sobre el orgullo y la militancia en algún punto de la naturaleza de las personas.
Me gusta ser una contradicción. Eso sí, me encanta, lo acepto.
Las verdades que entran por los oídos dan tantas vueltas antes de llegar a ser entendidas que muchas veces nos marean. Las que se escuchan con el corazón son más sencillas de comprender para uno, más allá de si el otro lo entiende o no, pero la mayoría de las veces, el otro no importa.  
En mi cómoda contradicción puedo opinar sobre Murakami y Stephen King.
A H y a mí, no nos gustan mucho las conglomeraciones de chinos. Hablo por mí; básicamente, no entiendo a los enemigos de crossing over à dícese al mecanismo por el cual los cromosomas se conocen en el meridiano de Greenwich y se muelen a palos y se intercambian los huesos fracturados.  
La otra vez, hablando con Dió (Christian Dió), le magueé un chongo. Pero apoyando la variabilidad genética, si no le molestaba mucho… le pedí ya que mis abuelos eran chinos, mis padres y mis primos también… si no le molestaba, alguno distintito… ejem… qué se yo… un boliviano, un chileno, un griego o un bolchevique por decir algo. Como las familias que tiene perros y son pequineses o akitas o Chow Chow, o Chow fan o jakie chan, y se llaman… POCHI. Yo tengo una amiga que se llama pochi… y no es china, ni es un perro, ni es imaginaria. Y a veces le decimos Juanjo.
El doctor me dijo en la última cesión, que las generaciones, somos como una posta (creo que lo dijo en nihongo porque nunca había escuchado esa palabra… o soy poco culta) donde nos vamos pasando el testimonio y traemos con nosotros (en nuestra carrera) toda la hermosa historia, y vamos dejando nuestras huellas, y mejorando la performance con todo lo que cada uno le aporta de nuevo para entregárselas a una generación más joven.
Los sentimientos son claros. Y los pensamientos pueden ser confusos.
Una eterna contradicción, pero en paz consigo misma. La identidad es algo complejo…  Basta con saber lo que es uno y lo que quiere serse. Y estar feliz con eso.
¿Sino, no dice el himno de la liberación: “Yo… soy lo que soy mi creación y mi destino”? Hasta ahí excelente “Quiero que me des tu aprobación o tu olvido” ¡No! ¿Por qué Sandra? No quiero nada de vos, soy mi creación y mi destino. Punto final.  


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