viernes, febrero 01, 2013

Aires de verano (día 1)


ELOY Y BLANCA

Habian terminado para la mierda. Y era el final más esperado. 
Habían estado juntos lo que dura un polvo sobre el estante de una ama de casa histérica. Ardiente y florido como una estrella fugaz. Un deseo concedido. 
O lo que es lo mismo, para no perder la costumbre, los segunditos entre la estación Avellaneda e Yrigoyen. ¿Cachai Astor? Pero acá no tenés nada que ver, te traigo a alusión para que ilumines un poco esta historia. Porque esta historia es la de Eloy y Blanca. Que de linda tiene sus nombres nomás. 
Habían cortado por cosas comunes que vamos a nombrar al estilo elije tu propia aventura. a)Blanca era muy putona. b)Eloy estaba hinchado los huevos. c)Calentura. d)De los cuernos y de la muerte nadie se salva. e)Ninguna de las anteriores. La D no me deja muy conforme... igualmente es una frase que va en contra de la filosofía de los escritores románticos... y además la he escuchado de gente que la confirma y la defiende, pero porque les sirve de excusa.
Resulta que después de varios días tormentosos, Blanca decidió ir a la costa despejarse las nubes grises del alma. Puso sobre el estéreo The very best of Dire Strait y encaró para la ruta convencida de que Mark Knopfler era el mejor guitarrista del mundo. Poco le duró la convicción, mas o menos lo que dura The sutans of swings que es bastante larga, mas o menos lo que se tarda en llegar por el lugar de trabajo de Eloy. Ahí la central lechera. 
Era tan volátiles sus pensamientos. Recordaba las discusiones musicales mientras corrían los kilometros. Eloy estaba enamorado de Bryan May. ¡Y como para no estarlo! Pero no era momento para escuchar a Queen, había que dar muerte al romanticismo y too much love will kill you era una espada atravesando el pecho. 
Blanca creía que el paisaje, las ovejitas, las vaquitas hermosas negras y marrones oscuras, los girasoles, el pasto, los cuises aplastados la iban a despejar. Gran error. Blanca comprendió que no habría menstuación más grande que la de viajar por la ruta compartiendo mates con su soledad, y ver cada cinco kilómetros un camión enorme de la lechera que cada algunos minutos le recordaban su pérdida hemorrágica. Y esta vez, no habría tamaño de tampón semejante para frenar esa nostalgia catarastrófica que caía a chorros. 
Ese día Blanca se hizo mujer. Ella misma, maduró como un durazno. Decidió afrontar la realidad porque huyendo se acercaba más a sus miedos. Pegó el volantazo y aun costado por la banquina esperó a que terminase el disco, mientras se tomaba unos ricos mates. En la última cebada sonrió y se dijo "Blanca te vas a casar". Puso el motor en marcha, otra música: My melancholy blues y bancatela si sos bien macha, y a pisar el acelerador. 

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