Con que liviandad muchas veces decimos chau, adiós, nos vemos... y cuánto pesan en realidad las despedidas. Los que sucede es que nos pensamos como seres cíclicos en el día a día, esto es así... sale el sol, buen día día, y al otro día lo mismo. Nos proyectamos como inmortales... por lo menos por el momento. Juntos estar, sin que nada nos separe. Peeeeero ¿si no nos vemos? ¿si no hay mañana para nosotros? ¿si yo digo chau y nadie contesta?A pesar de ser el ciclo de la vida, cuando tocan la puerta de casa, nadie está preparado, nunca es la hora. Quizás exista una manera de proyectar el mañana... una manera un poco más difícil aunque no tendría por qué ser... triste. Si se pudiera ¿no? Cómo despedirse ahora sí en serio, cómo besar, cómo abrazar la ausencia. Cómo decir una frase, escribir una carta: posdata te amo... En el caso de que la persona que se fuera, llegue al cielo, sería bastante simple. Porque siempre la ciencia, la física, las matemáticas son simples. Si los globos suben porque están hechos de un material más ligero que el aire entonces sería a la practica, lo mismo... habría que quitarle peso a lo material, a lo terrenal... entonces todo se reduciría al mensaje en sí. Por ejemplo: si yo quiero mandarle un beso a mis abuelos, a mis tíos que no están entonces primero lo formulo y le voy sacando peso; le saco el color de mis labios (tono vino de avon), le saco las grietas, le saco los vasos y la sangre, le saco la piel ¿lo dejo sin vida? lo dejo presente en el pensamiento, lo elevo en la plegaria, lo suelto, lo despido.
Y siguiendo el concepto, mil maneras de hacer todo... Sería una opción quemar una carta, carbonizar la tinta con las ideas, que desaparezcan a los ojos, los átomos de carbono y amor que se elevan más allá de la estratosfera. Sería más complicado, mas no imposible una visita al más allá... al extraerse de uno mismo, vaciarse del cuerpo por un instante, despojarse del disfraz humano y transformarse en un sentimiento.
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