miércoles, febrero 24, 2010

La amabilidad de los bondieros (primera parte)

De eso estábamos hablando, porque al fin y al cabo, era lo que yo en el fondo tanto deseaba. y quizá la respuesta a la pregunta de Kari. Al final nunca pude responder, es que necesito tiempo. Sí para algo tan sencillo necesito tiempo.
Desde un principio, los dos grandes grupos. El bien y el mal, el blanco y el negro, y todas las contraposiciones que siguen. Muy a menudo catalogo a la gente, y es verdad muy a menudo, en aquellos dos grupos cuyas características distintivas desconozco porque en general son flexibles, pero básicamente es lo que me agrada y lo que no. En realidad no me interesa para nada y no sé porqué lo hago, es inconsciente. Debe ser de aburrimiento porque no tiene mayor razón de ser que la de gastar el tiempo y matarlo.
La cuestión es que por mi incapacidad para transmitir sentiemientos nunca llego a conocer la verdad de las cosas y me quedo con las ganas de todo, mientras las personas me resbalan a los costados. Por más que las mire con cariño, no logro retenerlas.
Del otro tipo de gente, la tengo anclada al corazón desde el principio.
Pero hay un tercer grupo. Un pequeño y selecto grupo de almas bohemias que peregrinan en la vida, en compañía de la risa y la simpleza, la paz y la alegría. Aquellos que están más allá del bien y del mal. Contados con las manos, tres almitas conozco así. De momento mis aspiraciones, mis inspiraciones. Ese tipo de gente que no sabe la diferencia entre la torre de tokyo y la de francia(nombre molesto) o que les da igual el sonido de un saxo al de una flauta, porque al final oyen música, ellos que tienen la capacidad de ver más allá. Aquellos que gozan de la libertad, porque es esa la palabra goce.
Varias cuadras caminé por Corrientes sonriendo, con el bello espíritu de la amistad a mi lado. Aunque los locales habían ya cerrado y estaba todo oscuro, era feliz. Pero sabía que debíamos separarnos y temía su regreso solitario. La vi marchar y minutos después el mensaje de la garantía; acá ya arranqué.
Bien. Ahora me preocupaba mi vida. Fueron solo unos minutos, pero cómo esperaba a mi querido 60. Cuando vi sus colores a lo lejos, me cargué de emoción. Lo paré pero dudaba de su frenada porque adelante habían dos taxis que me querían levantar y yo no quería pagar. Al final paró, lejos de la parada, pero paró. En una noche así ¡como le agradecí al bondiero! De nada me dijo.
Ya en el vehículo, mientras hacía mi viaje habitual de regreso al sur, tranquilizaba a mi vieja y a meli por mensajitos, y a la vez, a un costado del centro de mi cerebro algo comenzaba a solidarse.
La idea se terminó de formar cuando me subí a mi otro tan querido 79 y el bondiero me sorprendió con tres caramelos. Un acto básico, lleno de ternura y de grandeza.
Entonces pensé qué buen laburo el de los bondieros. Llegan siempre en el momento en que uno lo espera, y ya verlo llegar a lo lejos, a uno lo contenta enormemente tantas veces. Y lo mejor de todo, con cualquier pequeño gesto, son capaces de alegrarles el día a los pasajeros. Qué placer eso. Y poder jugar con eso.
Así, muchos bondieros entraron también la tercer grupo. Porque ahora que lo pienso, muchas veces me topé con sus pequeñas gentilezas que me llenaron de a poquito el alma.
Muchas estaciones pasar, muchas paradas, y por más monedas que ponga en la máquina, al lugar donde nunca nadie estuvo, no iba a bajar.
A lo mejor viajando mucho y prestando atención llegue a este grupo, o comparta parte del camino con ellos.

1 comentario:

Melina Matumoto dijo...

Amiga, me hacés llorar!
Por lo que escribiste de nuestra salida. Siento que algo tibio explotó adentro mío. Y por tu talento.
También me gusta ese tercer grupo, y son los que le dan magia a mis días en el negocio ♥. Y cuando hablamos es como un recordatorio de que todavía hay gente que sabe que somos todos iguales.
Ah, y me encantó la desmitificación al colectivero! Hay tantos que con sólo contestarme el saludo me alegran el día! Me conformo con poco, jaja.
Te amo mucho!
Hoy te llamo! :)
Un beso