domingo, agosto 30, 2020
Nos-otros
Los otros, son ellos. Los que elevan la bandera de la honestidad y sinceridad, que es verdad son virtudes de gran valor y que no abundan. Ellos, los apasionados de las causas perdidas. Los que te cantan la justa y no andan con vueltas. Pero ellos, que también en su grandilocuencia se jactan de su duro falo, y te acusan de leche tibia. Utilizan el nombre de la verdad, como ejercicio de poder.
Ser honesto, no te da el derecho de lastimar a los demás. Cuando se utiliza tercamente la honestidad como excusa para ser violento, hay un grave problema. Aqu-ellos, quienes creen tener el derecho de decir de cualquier manera, cualquier cosa siendo fieles a su sinceridad. Actos que disfrazan la violencia. Presentan un déficit para ser honestos consigo mismos.
En aquellos que se ríen de todos, pero no se ríen de sí mismos. Aquellos que siempre quieren tener la razón y con los que no se puede discutir. Aquellos impulsos que hacen que de a poco, los demás se alejen.
A la voz de "no lo tomes personal, soy así". Si es personal.
Los violentos, son personas en conflicto constante.
Los que conviven con una guerra interna.
Los otros, ellos. Como algo externo y ajeno.
A veces, somos nos-otros.
Lo difícil de reconocer la violencia
es que el impacto que nos golpea
viene de nuestras propias acciones,
directamente hacia nos-otros mismos.
A partir de ahí, de nuestra violencia generada
a los otros, que no son otros
mas que nos-otros
es que podemos hacer el cambio
y empezar a sanarnos.
sábado, agosto 29, 2020
Sansei - Nikkei 3era generación
Por suerte nunca tuve la oportunidad de decir todo esto. Pero el solo hecho de pensarlo me causa gracia. Me sentiría como un Aragorn apachuchado buscando auxilio... en una tintorería. Grotesco.
Esto creo en mi mente miles de fantasías. Es que creía que todas las tintorerías eran como la de mi abuelo... que mientras buscaban a mis padres, me iban a invitar a tomar ochá y comer pejerrey frito.
Los mandatos familiares quedan grabados en la cabeza, con una fuerza sorprendente.
Recuerdo por ejemplo cuando iba camino a la facultad, o tomaba calles por primera vez de recorridos repetitivos que haría... los ubicaba visualmente y después ya eran una referencia del camino.
Al día de hoy, me mudé por primera vez de casa, de ciudad y de provincia. En Zapala hay una sola tintorería. Por supuesto, es refugio.
Distanciamiento social obligatorio
Nadia y Miguel estaban juntos hacía varios años. Se habían conocido mediante una aplicación de citas del celular, y se casaron muy enamorados al año. De esto varios años ya habían transcurrido.
Estar juntos, es una manera de decir. Es decir, vivían juntos... pero poco a poco, se fueron alejando. Sin darse cuenta, de la misma manera en que aparece el amor.
Al principio, dejaron de hacer cosas juntos, atribuyéndole la falta de ganas al cansancio, al trabajo, a los problemas cotidianos. Luego comenzaron a distanciarse y hasta en su pequeño departamento se evitaban. Trataban de permanecer en ambientes distintos con la excusa de "respetar los tiempos y espacios" del otro.
Luego, en el 2020 llegó la Pandemia por COVID 19. Maldito bicho.
Los dos trabajaban desde la casa, pasaban mucho tiempo mas juntos. En el mismo espacio para ser más exactos.
Los roces comenzaron a aparecer y empezaron a evitarse, porque cada diálogo terminaba en una discusión en el mejor de los casos, donde por lo menos la casa sentía que la habitaban. A veces pasaban horas enteras en silencio... y eso era peor.
Las paredes estaban decoradas con fotos alegres del casamiento, y en los muebles apoyados algunos souvenir de todos los viajes que hicieron juntos.
A veces, en ciertos actos de ternura uno le decía al otro algo referido a lo vivido, algún chiste interno, una seña... y generaba una sonrisa tímida en la cara del otro.
Compartían más recuerdos que actividades diarias. Ya no hablaban de proyectos juntos.
Nadia y Miguel estaban distantes hacía varios años. Vivían juntos. Morían juntos día a día, en la rutina.
martes, agosto 25, 2020
Rayuela - Cortázar
"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto".
miércoles, agosto 19, 2020
La crisis
Todo final es un comienzo.
En algún momento, naturalizamos y relacionamos muchas decisiones con el fracaso. Y el fracaso siempre es una cagada. Cuando erramos, hay una voz en nuestra cabeza que nos grita "fracasade" ¿O no?
El divorcio, un fracaso. El primer negocio fundido, un fracaso. El primer examen con nota menor a cuatro... la materia recursada... imaginate la carrera abandonada en los ultimos meses (hubieras seguido si te faltaba tan poco! ¿Te suena? ) El penal a la luna, sos un Higuaín. Esa empresa que no te llama, cuando te compraste la primera corbata para la entrevista... fracaso. El concurso que no ganas. El torneo, subcampeón. La cita increíble que no termina en garche. Ni siquiera un chape, un fracaso total. Y si chapa mal peor que fracaso.
¿Adiviná quién lo dice? ¿Adiviná quién lo cree? El poder del fracaso está en tu mente. Creer es poder. Si crees que sos un fracasado... vas por buen puerto... porque ¡Podes ser un fracasado!
Acabo de leer un textito que en resumidas cuentas decía algo así como que en esta pandemia mucha gente se separó. Y que por supuesto la pandemia no fue la culpable, sino el desencadenante. A penas un impulso. Un pajarito que se posa sobre una construcción con cimientos debiles y corroídos, que se termina de caer. Y la culpa no es del pajarito.
Esto, en cualquiera de las esferas de la vida. No tiene que ver con la pareja.
Hace unos meses, antes que todo estallara presenté mi renuncia. A un trabajo estable, un puesto seguro, un buen sueldo... haciendo cosas que me gustan y cosas que no tanto pero en definitiva no me harían sentir plena ni feliz con el potencial que imagino. Una compañera, de esas adultas que intentan aconsejar me dijo "mal momento para hacer cambios en la vida". Y le creí; eso fue un fracaso.
Nunca es mal momento para hacer cambio en tu vida, si uno cree firmemente que el cambio vale la pena. Y esto es así: nadie tiene la bola de cristal... puede salir bien o puede salir mal. Pero mientras uno tenga como respaldo la convicción con la superación como bandera, no hay fracaso que aparezca.
Fracaso es quedarse en esa por comodidad. Eso otra manera de morir.
Fracasado es aquel que el miedo aferra sus pies para inmovilizarlo donde no está cómodo. Entonces no se mueve.
La culpa no es de la pandemia ni del pajarito. Si te separaste es porque hacía rato que algo no funcionaba y ahora lo podes ver, y lo podes cambiar. Podes cambiar. Si dejaste ese laburo es porque hacía rato te estaba inflamando los ovarios, hace rato te hacía gruñir y no te dabas cuenta.
Ahora que abriste los ojos, puede parecer todo una mierda. Se ve nublado, son las lagrimas. La angustia... sentis que no tenes nada. Tenes que empezar de cero. Crear nuevas redes. Volver a estar con la incomodidad de todos los inicios... no dura para siempre, atravesarlo te hace crecer. Lo que duele son las raicitas arrancadas de la tierra, pero si la regás con amor, los brotes vuelven a salir.
Si la crisis te sacude, te abre los ojos... es esa fuerza que se llama vida. Seguila.
Fijate que los miedos solo están al principio, las primeras veces. Porque el fracaso no te permite avanzar. Equivocarse está bien, y equivocarse muchas veces no te convierte en boludo. De eso se trata, de la búsqueda continua, del encuentro con uno mismo, del crecimiento personal. Verás con el tiempo que los que se la juegan una vez, se la terminan jugando más veces, y los que no salen del miedo de la primera vez, dejan de intentar.
Ya lo dijo el gran Beckett y yo solo cambio de lugar las palabras de esta frase que amo: Fracasa otra vez, fracasa mejor. LO INTENTASTE.
sábado, agosto 08, 2020
Alma mater
Conclusiones de fin de semana.
Luego de todas las consultas y las charlas con compañeras... doyme cuenta que el amor más grande y poderoso, es el materno.
Y no soy madre. Pero las admiro. Admiro a las que lo llevan en la mente y en la panza. A las que tienen muchas bendis correteando por ahí, o las que tiene una solita. Admiro esas mama luchona ama de casa, la que sale afuera atrabajar. La acompañada y la soltera. Admiro a las que dieron luz y se transformaron luego colores. Admiro mucho aquellas que siguen caminando luego de ver la oscuridad. Admiro las que dieron su cuerpo como refugio por nueve meses y el alma para toda la vida. Admiro las que no tuvieron en el vientre pero siempre en el corazón. Admiro las que se animan a adoptar. Admiro en fin, las distintas maternidades.
Ayer pensaba en esta metáfora que es autorreferencial:
Cuando era jóven y vivía en Buenos Aires, aprovechaba las visitas a la casa de mi hermana para comprarme ropa barata en el Once. Era una excusa para sacarla un poco de la casa y salíamos con Pino bebé. Nunca me voy a olvida cuando la llevaba en su cochecito y no la amarramos. Jamás confíen en una tía impulsiva sin experiencia en manejo de ningún tipo de vehículo. Quise subir una esquina y se me trabaron las ruedas, las nena salió volando. La cara de susto y la corrida que pegó mi hermana no me la voy a olvidar en mi vida. Yo no podía parar de reír. Aún ahora me acuerdo y me río sola.
Después de eso, íbamos caminando obvio.
Les juro que daba lo mejor de mi para no reprobar en la función de tía. La llevabamos a upa... a cierta edad empiezan a pesar. Pero no tiene que ver con la edad y con el peso. Supongo que los primeros días de vida, que no pesan nada, los brazos también lo sienten.
Trataba de sostenerla el mayor tiempo posible, en parte porque mi pobre hermana lo hacía todo el día, y yo no quería demostrar mi debilidad muscular. Pero era imposible, en cierto momento... los brazos empiezan a temblar y el dolor empieza a aumentar. En esos momentos donde empezaba a cambiarla de un lado para el otro, mi hermana se daba cuenta y hacíamos el intercambio.
Eso es la maternidad. Ella nunca se cansaba. A una madre se le pueden flaquear los brazos, quebrar los huesos pero nunca dejará de sostener a sus hijes. Aún cuando el cuerpo desaparezca. Ese es el alma mater.