sábado, agosto 08, 2020

Alma mater

 Conclusiones de fin de semana. 

Luego de todas las consultas y las charlas con compañeras... doyme cuenta que el amor más grande y poderoso, es el materno. 

Y no soy madre. Pero las admiro. Admiro a las que lo llevan en la mente y en la panza. A las que tienen muchas bendis correteando por ahí, o las que tiene una solita. Admiro esas mama luchona ama de casa, la que sale afuera atrabajar. La acompañada y la soltera. Admiro a las que dieron luz y se transformaron luego colores. Admiro mucho aquellas que siguen caminando luego de ver la oscuridad. Admiro las que dieron su cuerpo como refugio por nueve meses y el alma para toda la vida. Admiro las que no tuvieron en el vientre pero siempre en el corazón. Admiro las que se animan a adoptar. Admiro en fin, las distintas maternidades. 

Ayer pensaba en esta metáfora que es autorreferencial: 

Cuando era jóven y vivía en Buenos Aires, aprovechaba las visitas a la casa de mi hermana para comprarme ropa barata en el Once. Era una excusa para sacarla un poco de la casa y salíamos con Pino bebé. Nunca me voy a olvida cuando la llevaba en su cochecito y no la amarramos. Jamás confíen en una tía impulsiva sin experiencia en manejo de ningún tipo de vehículo. Quise subir una esquina y se me trabaron las ruedas, las nena salió volando. La cara de susto y la corrida que pegó mi hermana no me la voy a olvidar en mi vida. Yo no podía parar de reír. Aún ahora me acuerdo y me río sola. 
Después de eso, íbamos caminando obvio.
Les juro que daba lo mejor de mi para no reprobar en la función de tía. La llevabamos a upa... a cierta edad empiezan a pesar. Pero no tiene que ver con la edad y con el peso. Supongo que los primeros días de vida, que no pesan nada, los brazos también lo sienten. 
Trataba de sostenerla el mayor tiempo posible, en parte porque mi pobre hermana lo hacía todo el día, y yo no quería demostrar mi debilidad muscular. Pero era imposible, en cierto momento... los brazos empiezan a temblar y el dolor empieza a aumentar. En esos momentos donde empezaba a cambiarla de un lado para el otro, mi hermana se daba cuenta y hacíamos el intercambio. 
Eso es la maternidad. Ella nunca se cansaba. A una madre se le pueden flaquear los brazos, quebrar los huesos pero nunca dejará de sostener a sus hijes. Aún cuando el cuerpo desaparezca. Ese es el alma mater. 


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