Aquel que escribe, es en esencia escritor, aunque siempre está haciendo otra cosa. Por oficio, haciendo algo distinto.
Aquí las historias se cruzan. Se mezclan. Se homogeinizan. Ojalá leve un bizcochuelo con olor a limón y miel.
Granos de sésamo se fraccionan en bolsas de cien gramos. Los más rebeldes consiguen la libertad aunque quedan tiesos en la mesa o en el piso.
Así es su letra a la temprano. A la mañanita; mezcla de aromas, el perfume del piso con lavandina, las hierbas alimonadas y la espantosa valeriana.
Hasta que cerca del mediodía cuando el sol pega lindo, y el cuerpo está más calientito, aparece él y su sonrisa se transforma.
La misma tutuquera es la que escribe.
Pero mucha gente late con la mano.
La escritura es el espejo fiel de las emociones.
Nótese el voltaje de las extremidades, cual si fuera un electrocardiograma.
Ella saltaba así de alegría por dentro.
Cuando él se fue, empezó a cantar estúpidamente.
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