miércoles, abril 07, 2010

El vicio saludable.


Poco a poco, así la isla se fue acercando. Parecía que se me iba a caer encima. Porque yo la miraba desde abajo. Hasta su sol me alcanzó. Ese sol apasionadamente rojo. Que hace contraste con el cielo cuando se llena de nubes, que hacen de piso para otros personajes.

O serán los alucinógenos. No sé, pero lo que siempre me pareció inalcanzable, ahora estaba a punto de aplastarme.

Las voces, con esa antigua lengua, ya me sonaban familiares, incluso puedo pensar en ese idioma ahora. Me trajo sus costumbres, sus exclamaciones.

Hasta pude sentir su amor por los gatos. Su amor, porque a mi no me agradan. Lo que sí me llama mucho la atención son sus ojos, enormes, con esa magia que esconden al fondo de la pupila. Cual Barón, con diamantes brillantes. Con un salón lleno de ángeles sólo en sus ojos. Y uno se pregunta hasta donde te pueden llevar … pero nunca voy a descifrarlo, porque ni bien se me va el encanto a los segundos, los miro desconfiada, porque en verdad todos tenemos la misma sensación. Los gatos se ríen de nosotros. Y eso a mí no me preocupa, las palomas están conspirando contra el mundo y algún día van a terminar asustándolos. Las palomas tampoco me gustan.

Oh la hierba del oriente, es tan fascinante, porque uno descubre esos mundos. Esos mundos donde nada es lo que parece y todo te maravilla. Donde no hay gente mala, sólo equivocada.

Esa que tiene efectos secundarios duraderos y ansiosos.

Si me dan a elegir, mecánicamente diría que prefiero la hierba silvestre. La que crece por su propia fuerza, esperando la lluvia. La que puedo fumar saludablemente con solo sentarme. La que a la vez me deja respirar el aire limpio del norte. Esa que me despierta los sentidos, que me deja descubrir los paraísos de este mundo, con su pureza y sus imperfecciones, así todo es tan perfecto.

Si, mil veces esa prefiero.

Después de todo, sigo oliendo a febrero, y escucho los violines febriles de chacarera en mi corazón. No son susurros. Se oyen fuerte.


No hay comentarios.: