viernes, marzo 26, 2010

Cambiar el mundo I

Puedes cambiar el mundo tan sólo en un instante...

Con melodía y todo pensaba en esa frase, sin pensarla, como tarareandola al vacío. Después la reflexioné y me enojé, porque nos están vendiendo una farsa y nosotros compramos la ilusión. Es el comercio.

Antes de medicina... quería ser cualquier cosa, antes de eso, me gustaban muchos los detectives y pensaba que podía ser como de la CIA... hasta el día de hoy, se rién de mí en casa. Me acuerdo que mi papá me dijo que acá eso no existía, estaban los de criminalística o esos "detectives" que sacan fotos a esposas infieles de empresarios o personas importantes, pero nada más. Antes de eso... no me acuerdo... pero una amiga me recuerda que de chica yo le decía que cuando creciera iba a vivir en una granja o en una selva, iba a tener un montón de hijos, no los iba a llevar a la escuela y (ésto me lo acuerdo yo) iba a correr libre en pelotas sin tener que sufrir la depilación. Claro, cada vez que se se acuerda me mira, se mea de la risa y me dice ¿te acordas que vos me dijiste... ?
Me gustaba eso de mí, porque era chica, y el mundo no me gustaba (no se si eso estaba bien) y ya lo quería cambiar. Y no tenía miedo, y tenía iniciativas.
Ahora... no sé nada. Se de la corteza cerebral y sus 6 capas "mi general Perón, gran presidente fue". Se escondieron mis pensamientos en lo profundo de la cisura central. Todo amontonado. Y es importante lo que tenía para decir, pero no lo puedo expresar asi que me voy a tomar un tiempo. Terminar el libro y de recolectar información. Y después si plasmo algo.

Después de todo, me senté el culo, estos días con felicidad por las actualizaciones. Y cuando terminé de leer... tuve la sensación de "GANAS". Leyendo a Mata tengo ganas de todo, sobretodo de lo que no me atrevo.
Vago, pero concluí que sí se puede cambiar el mundo en un instante.
En este momento, y desde hace rato, le tengo ganas al norte. Un buen paisaje, que sea virgen. Unos mates, y ¡tortas fritas! la gloria. Por supuesto mis amigos, y nuestras conversaciones alocadas. No puedo imaginarmelo, pero me gustaría que el viento silve mientras yo sólo canto: Cuando llegue el alba, viviré, viviré.

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